martes, 8 de marzo de 2016

Ni una moneda para celebrar el Día de la Mujer

Hoy, como muchos otros días, tengo en mi frente el sello que me promulga como un “Gran Tacaño”. Ayer, como muchos otros ayeres, no participé en una colecta de dinero. Como es usual en las oficinas, alguien, al parecer muy bien intencionado, decidió pedir dinero a los hombres con motivo de celebrar a las mujeres su día, su día internacional.
Precisamente al tratarse de una celebración y no una conmemoración, como debería de ser, preferí mantener mis pocos billetes en el bolsillo. Siendo sincero, por lo general busco la manera de invertir mi dinero en asuntos más interesantes que en una “vaca” de oficina, pero debo procurar parecer profundo y nada materialista para que usted se sienta mejor leyendo este texto.
Resulta que los hombres no las hemos arreglado para hacer del Día Internacional de la Mujer otra banal fecha comercial en la que abundan los regalos más obvios y propios de cualquier rosada y rimbombante fecha como “Amor y Amistad” o, para los que se sienten de otro hemisferio, San Valentín. Flores acompañadas de cursis tarjetas con mensajes tan superfluos como las imágenes y tipografías que contienen, globos de hostigantes brillos, serenatas con canciones acerca de amor sufrido y pasional sin intervención mental, almuerzos y cenas en los que las damas deben vestirse para el disfrute de sus patrones y compañeros de trabajo: Cabellos alisados a la fuerza, tacones de incomoda elegancia, uñas recién salidas del salón de belleza (porque la belleza se debe fabricar), piernas depiladas por si acaso llega la picarona pero amistosa caricia del caballero que piensa que su estrecha cercanía pone a palpitar el corazón de casadas y solteras… En la oficina se ven esos cariños que repugnan, esos cariños que no salen a flote en frente del esposo o de la esposa del que los recibe o da. Esos cariños que sé que a muchas incomodan… pero que son algo cotidiano.
Tan bien lo hemos hecho los hombres que las mujeres reclamen porque no se les “felicitó” o saludó, porque no se les entregó un regalo: una cochina chocolatina que se derrite en el bolsillo. Pero no se molestan los demás días del año cargando dos pares de zapados en el bolso. Triste es que prefieran el mariachi y “Qué de raro tiene?” o como se llame esa ranchera a una charla o manifestación por sus derechos y los de millones de mujeres ultrajadas y menospreciadas en un mundo cada vez más machista pero de menos hombres de verdad. Triste es que ellas esperen con inmenso deseo la salida al fino restaurante en donde con sufrimiento gozarán de un costoso manjar que les hará tomar una dieta durante el resto del año. Duele sentir que muchas damas simplemente esperan regalos el 8 de marzo y con eso se conforman.
Mi billete me lo quedo por más que me tilden de líchigo puesto que “celebrar” el Día de la Mujer se ha vuelto más una obligación que un deber, un asunto para “quedar bien” y por qué no para levantarse otra hembrita a punta de detallitos maricas.

A mis amigas y cercanas bendecidas por el Creador siendo lo más bello que existe en el mundo, mujeres… a ellas afortunadas que gozan de la compañía de un varón que las respeta y a las que lloran por estar solas les debo recordar que su condición femenina debería ser motivo de gozo y que nosotros los hombres somos lo que menos necesitan para alcanzar su plenitud. FELIZ DÍA.