viernes, 11 de agosto de 2017

Eugenia y Bogotá (extracto 01)


Eugenia siguió las indicaciones. Al llegar a la estación de la Avenida Jiménez con Caracas, a esa semi-cloaca distrital, se dirigió, sin saberlo, a la salida sur. Allí vio una plazoleta con una suerte de poste a manera de obelisco pigmeo que indica la ubicación de la letrina pública del sector. Al fondo una iglesia. Eugenia, como historiadora que es, sintió atracción por aquel templo. Nadie, hasta pasadas unas horas, le habló de aquella estructura, cuyo estado es fiel testimonio del logro alcanzado al consagrar una tierra de rateros al Sagrado Corazón de Jesucristo, donde los verdaderos mártires necesitarían un terreno millares de veces más prominente que el de aquella plaza enjuta.
Eugenia encontró cerrado el templo, así que siguió su camino hacia lo que ella consideraba debía ser el centro de esta Atenas. No se equivocaba, estaba caminando sobre el eje de esta mentirosa sociedad, de conciencia sucia, con olor a tinaco mezclado con varillos de bareta y bazuco, sin dientes y llena de cicatrices, aspirando una bolsa con restos de pegamento hallada junto a una bola de excremento, que esconde con arrogancia la inequidad que siempre la ha caracterizado, que prefiere un bloque de cemento a una caja de libros… Eugenia caminaba por el verdadero “sagrado corazón de Bogotá”.