jueves, 13 de febrero de 2020

La verdad sobre la mentira | DW Documental


De llevarse a cabo un conteo de las mentiras de los políticos colombianos, tendrían que hacer un episodio de Cosmos en el que presenten la nueva e insuperable cifra, como cuando el maestro Sagan explica el googolplex.
De por sí, en este país hay hasta torneos de mentirosos y hasta han creado comisiones de la verdad, a modo de sarcasmo, por supuesto.
Esto de, "el fin justifica los medios", está tan ligado al colombiano promedio como la impuntualidad que, claro, lleva consigo una multiplicidad de historias de ficción para justificar lo injustificable.
Nuestro desmedido uso de la mentira nos ha convertido en un pueblo desconfiado, todo lo que nos rodea es proclive a darnos en la nuca, ni siquiera los más cercanos se salvan de ese estigma.
Y cómo no, si la serpiente de dos cabezas está presente en todo rincón, donde exista eso que aquí llaman ciudad.
Un detector de mentiras colapsaría si estuviera midiendo la respuesta a la pregunta ¿cómo logró su primer millón? hecha a una persona que, de un instante a otro, escaló a un posición económica que le permite sentirse arriba de quienes por falta de "astucia y bendición divina" se quedaron en donde ellos estaban también.
Sin estudios, sin preparación alguna, más que su malicia indígena, pero con la conciencia tranquila porque nunca se han ensuciado sus manos y siempre pagan sus impuestos de manera oportuna... Ahjá.
Podría pensarse que la ética es senda de quienes han desarrollado estudios y cargan tras de sí una experiencia académica... no, tampoco se salvan, en las zonas rurales, personas que no han pasado frente a una escuela nos pueden dar clases de honestidad, nos pueden enseñar que sabemos que está bien y que está mal sin tener que escudarnos en "es que toca o me la hacen a mí".
Profesionales de títulos falsos, profesionales que lograron su título con quejas falsas sobre sus docentes, profesionales que se graduaron a punta de "colabóreme profe" y quién sabe qué más... pero todos, cuando les preguntan, narran su vida académica como si se tratara de los más abnegados y responsables estudiantes.
Depende del marrano, así en el comercio, así en los círculos cercanos, el precio está dado por la cara del paciente.
Mentira como profesión, desde los limosneros hasta el capitolio nacional, eso iguala a todas las castas sociales, el embuste es un símbolo patrio, como los calzoncillos colgados en las ventanas... Si no me creen, den un paseo por la parte trasera de la casa de narí.
Y yo, siendo un simple profesor, debo pagar mis pecados con la maldición de poseer una gran sinceridad carente de total sutileza. No puedo describir lo que siento cuando debo asentir a los directores de área o programa que, dada mi ácida insistencia en que me hablen sin tapujos, tienen que decirme, "profesor, mejor dicho pase a ese(a) estudiante y nos evitamos problemas...". Se me ordena mentir, entonces miento, pero se me crece la gastritis y debo pronunciarle a la dama o caballero abrigado por el amparo institucional hacia su mediocridad, "ya le mencioné en términos institucionales el motivo de su promoción en esta asignatura, ahora, en mis términos, usted no debe olvidar que no pasó la materia, se la pasaron, yo se la pasé". Claro, la verdad es recibida con estupor, con resentimiento, sobretodo sí es recibida en público.... Ah, cuánto odio de mediocres cargo sobre mis hombros, lo de Atlas no es nada.
Se debe mentir, porque son pocos los humanos notables que desean escuchar la verdad, a pesar de que no conozco a nadie que no diga: Yo valoro mucho la sinceridad, odio la mentira. Se miente y se quiere vivir engañado, de otro modo las redes sociales no tendrían el éxito del que gozan.
–Es que no es que me digas la verdad, es la manera y el tono en que me la dices– Como si disfrazar la verdad no la convirtiera en nada más que una mentira piadosa.
En todo caso, le quedó muy bonito, siga así... Digan eso y los van a amar, y si lo dicen en diminutivo, como el presidente eterno, ¡Pucha, se van a hacer matar por ustedes!
#ProfesorRata