Veré a más de una y más de uno, que vomitan cuando el término "reguetón" alcanza sus oídos, meneando el culo al ritmo de los himnos, de ese dizque género músical, que hacen parte de la banda sonora de la intocable e incriticable #Selección #Colombia. Porque todo se permite con tal de unirnos como patria y apoyar esa pasión que glorifica nuestro criollo ser.
Estamos de nuevo en la olla de sancocho donde la mujer más mojigata se aprieta las tetas con la camiseta tricolor y en que el doctor que presume su exclusividad usa el mismo uniforme que el más hampón de los ñeros... Que además, para mí, incrementa la exclusión que todos dicen detestar: No es la camiseta que uses sino la marca lo que señala tu patriotismo.
Es el momento donde el hijo o la hija "putean" a sus padres si estos les recuerdan que el fútbol es un juego, apenas eso, o el amigo te censura por no ver un partido pero no te critica por inyectarte heroína.
Por estos días se venera a la virtud hipócrita de nación construída en torno al balón y bautizada en la pila de cerveza. Ahora nadie me dice borracho porque todos andan peor, como la dama que ha sido víctima de las circunstancias amorosas y ante la no realización de su novela de ensueño grita a vientos correr que en adelante le abre las piernas al que sea... en tiempos de fútbol todo se vale, todo se perdona.
Se entrega salvoconducto, una amnistía para perder la cabeza y hundirse en pasiones de tienda porque una pelea a botella en nombre del fútbol es comparable con una epopeya quijotesca y dejar el trabajo a un lado por sintonizar "la copa" es toda una obligación, todo un mandamiento.
Ah si... ya sé, es mejor callar, con el mundial pasado tuve buena lección... Gocemos de este baño etéreo del corrupto deporte rey, olvidemos nuestros dolores, ya no hablemos de colados ni de proceso de paz, nos viene bien hablar de otra mierda diferente, finalmente mierda, pero mierda fresca y deliciosa, si es que trae algo fresco hablar de un torneo de fútbol.