Hoy, como muchos otros días, tengo en mi frente el sello que
me promulga como un “Gran Tacaño”. Ayer, como muchos otros ayeres, no participé
en una colecta de dinero. Como es usual en las oficinas, alguien, al parecer
muy bien intencionado, decidió pedir dinero a los hombres con motivo de
celebrar a las mujeres su día, su día internacional.
Precisamente al tratarse de una celebración y no una
conmemoración, como debería de ser, preferí mantener mis pocos billetes en el
bolsillo. Siendo sincero, por lo general busco la manera de invertir mi dinero
en asuntos más interesantes que en una “vaca” de oficina, pero debo procurar
parecer profundo y nada materialista para que usted se sienta mejor leyendo
este texto.
Resulta que los hombres no las hemos arreglado para hacer
del Día Internacional de la Mujer otra banal fecha comercial en la que abundan
los regalos más obvios y propios de cualquier rosada y rimbombante fecha como “Amor
y Amistad” o, para los que se sienten de otro hemisferio, San Valentín. Flores
acompañadas de cursis tarjetas con mensajes tan superfluos como las imágenes y
tipografías que contienen, globos de hostigantes brillos, serenatas con
canciones acerca de amor sufrido y pasional sin intervención mental, almuerzos
y cenas en los que las damas deben vestirse para el disfrute de sus patrones y
compañeros de trabajo: Cabellos alisados a la fuerza, tacones de incomoda
elegancia, uñas recién salidas del salón de belleza (porque la belleza se debe
fabricar), piernas depiladas por si acaso llega la picarona pero amistosa
caricia del caballero que piensa que su estrecha cercanía pone a palpitar el
corazón de casadas y solteras… En la oficina se ven esos cariños que repugnan,
esos cariños que no salen a flote en frente del esposo o de la esposa del que
los recibe o da. Esos cariños que sé que a muchas incomodan… pero que son algo
cotidiano.
Tan bien lo hemos hecho los hombres que las mujeres reclamen
porque no se les “felicitó” o saludó, porque no se les entregó un regalo: una
cochina chocolatina que se derrite en el bolsillo. Pero no se molestan los
demás días del año cargando dos pares de zapados en el bolso. Triste es que prefieran
el mariachi y “Qué de raro tiene?” o como se llame esa ranchera a una charla o
manifestación por sus derechos y los de millones de mujeres ultrajadas y menospreciadas
en un mundo cada vez más machista pero de menos hombres de verdad. Triste es
que ellas esperen con inmenso deseo la salida al fino restaurante en donde con
sufrimiento gozarán de un costoso manjar que les hará tomar una dieta durante
el resto del año. Duele sentir que muchas damas simplemente esperan regalos el
8 de marzo y con eso se conforman.
Mi billete me lo quedo por más que me tilden de líchigo
puesto que “celebrar” el Día de la Mujer se ha vuelto más una obligación que un
deber, un asunto para “quedar bien” y por qué no para levantarse otra hembrita
a punta de detallitos maricas.
A mis amigas y cercanas bendecidas por el Creador siendo lo
más bello que existe en el mundo, mujeres… a ellas afortunadas que gozan de la
compañía de un varón que las respeta y a las que lloran por estar solas les
debo recordar que su condición femenina debería ser motivo de gozo y que
nosotros los hombres somos lo que menos necesitan para alcanzar su plenitud.
FELIZ DÍA.