miércoles, 14 de febrero de 2018

¿Qué vinimos a hacer?

Estaba esperando a mi grupo de estudiantes, la puntualidad no era su mayor característica. Mientras, confiaba mis pensamientos a las notas con que mis audífonos inundaban mi cavidad craneal y dejaba que mis ojos transitaran el circo que a diario ofrece la prensa escrita.
Por fin, llegaron todos ellos, en manada. Al comando, el macho alfa infaltable, con pecho inflado exhibiendo a su trofeo femenino, del cual se despidió tomando todo el tiempo que le vino en gana, como queriendo decir, "esa clase no empieza sino hasta que yo diga, mamita".
De tripas corazón... seguí esperando... Los cuatro pelagatos ingresaron y tomaron asiento, encendieron computadores para hacer puente de conversaciones de chat, de la pantalla y teclado del celular a la pantalla y teclado del ordenador.
Por fin ingresó el "chacho", el duro de la clase... Yo, indiferente, o haciéndome el indiferente, seguí en lo que ya mencioné... no escuché saludo alguno por tanto no devolví saludo alguno. A mí me reprendían si llegaba a un recinto y no expresaba una muestra tan fundamental de respeto y amabilidad como un simple y nada difícil de pronunciar, "buen día". Hoy el respeto de lo gana el más gañán.
Al rato, volvió a honrarnos con su presencia el i que atendía su teléfono móvil: -¿Y entonces profe?adefesio tecnológico que permite a cualquier saco de órganos reemplazar el clásico timbre que anuncia una llamada telefónica por cualquier ruido que da fe de su "buen gusto" y su afán por bendecir con el mismo a la humanidad presentei kilómetros a la redonda.
El tipejo aquél, ni corto ni perezoso se incorporó y salió nuevamente del salón. La llamada debía de ser tan importante que no le permitió mascullar un "disculpen, ya regreso".
Seguí en lo mío, había una canción particularmente agradable, tanto que me permitió afrontar el momento con mucha calma... supongo que pasaron algunos minutos y otra canción comenzó. También, supongo que ya se me notaba la cara de Jagdpanzer IV... Por tanto seguí en lo mío, con calma aparente.
Al rato, volvió a honrarnos con su presencia el ilustre personaje que atendía su teléfono móvil: -¿Y entonces profe?
-¿Entonces qué?
-¿Qué vinimos a hacer?
-Buena pregunta. Permítame termino de escuchar un temita y ya vemos qué vinimos a hacer, porque no tengo la más absoluta idea.
-¿Cómo así? - Prosiguió el prodigio aquel, que la Providencia puso en mi camino para iluminarlo - ¿por qué tenemos que esperarlo? ¡Si tenemos es clase!
-Hace 40 minutos, de seguro, tenía claro a qué había venido. Luego de un par de discos, ¡olvidé la razón que me ha sacado de la comodidad de mi casa para venir a deleitarme con su existencia!... Es lo que hace la buena música. Y cuando hablo de buena música no me refiero a ese esperpento sonoro con el que su celular contamino este espacio.
-No pues, como lo único chimba es lo que usté escucha que se las tira de muy intelectual.
-No le doy la respuesta que estoy pensando porque usted no la entendería, como no podría entender ni tres minutos de lo que estoy escuchando como banda sonora de esta agradable conversación... Pero le voy a decir algo que mi intelecto me permite: Ya completó las fallas permitidas, por tanto ha perdido esta asignatura... ¡Ah! Mire, ahí está su novia de nuevo haciendo señas.


A la imaginación del lector dejo el alboroto de ocasionó el particular portento académico que de cuando en vez visitaba la universidad.
Comparto lo que en ese momento estaba escuchando:



#ProfesorRata