Dado que no hay más para ver hoy en esta red social, solo puedo dar una palmada en la espalda a todos los portentos que se enfrascan en controversias insignificantes y efímeras ad honorem de un gamonal u otro, con la mira en la alabanza y no en la crítica, cegados por la perfección que dicen encarnar sus elegidos o no elegidos popularmente.
No pasan de ser una cantidad de bits que se perderán en la inmensidad de la internet, como estas mismas letras, por ejemplo.
Los únicos que pueden celebrar hoy son los invitados de lujo al magno acto patriótico de la plaza de Bolívar, y claro, sus allegados y directos beneficiados con la reasignación de la bandejada arepas que representa el erario público de esta republiqueta... claro, no cuentan los escoltas y plebeyos encargados de sostener los paraguas y repartir las viandas.
No hay sentido alguno, más que una auto-palmada en la espalda, para que una dulce gónada detrás de un teclado, bajo el abrigo de un techo de teja a punto de irse por el ventarrón, se levante en letras de felicidad por el ascenso al poder de un muñeco de tocino con quien el máximo contacto posible que ha tenido, y tendrá, es ponerle una marca en la jeta para alzarlo como su jerarca.
No hay sentido más que la ausencia de un valor propio, de autoestima echada al piso, para precipitarse en encomios hacia un personaje que representa un ideal que no se puede construir personalmente, una idea ajena tomada prestada como propia, un triunfo que jamás ellos podrán asumir desde sus cuatro paredes... Pero, como digo, para qué perder tiempo hablándole mal de la mierda a una mosca.
Mañana será otro estúpido reto y la militancia virtual pasará al olvido, aunque sea por un instante.
#ProfesorRata